miércoles, 26 de abril de 2017

LLUVIA DE OTOÑO


Los techos se sienten cautivados
por la primera lluvia de otoño que los acaricia
con sus suaves lencerías transparentes.










Yo, cómplice silencioso de la noche,
me abrigo de recuerdos 
cargados de tiempos,
dejo que la llovizna
se acendre en mi cuerpo.

Vicente Corrotea

sábado, 15 de abril de 2017

GULLIVER, A VECES

Es parte de la lealtad que nos debemos a nosotros de preguntarnos, sin rodeos ni engaños, cómo estamos. Naturalmente nunca para sentirnos amargados pues es un ejercicio para mirarnos a lo largo de nuestras cuatro estaciones y reconocer que han sido hermosas a pesar de algunas o muchas tribulaciones.


En esta última estación que a muchos nos brinda la vida, no tenemos motivos para envidiar a nuestro vecino o vecina de 50 y tanto que sale a correr con su perro, se divierte con los amigos o va a retirar a sus nietos al colegio, porque también lo podemos hacer nosotros y aún más. Personalmente estoy consciente que debo ordenarme mejor, detener un poco la marcha pues corro sin motivo para llegar al bus o al Metro, también saber encontrar momentos que me hagan dichoso -como cuando estoy con ustedes- y evitar, hay que decirlo, aquellas personas que hablan empecinadas del pasado no porque atesoren lindos recuerdos que originan sanas emociones sino que demuestran que están fastidiadas con el presente, los asuntos cotidianos y más con los vecinos y la gente que pasa a su lado.




No pretendo ser un referente pero me gusta encontrarme con gente que conozco ya sea de mi edad o jóvenes y, cuando se da el caso, invitarnos a un café. Porque la vida con los amigos y amigas es muy importante y hay que hilar todos lo colores de este inmenso telar que cada uno/una teje durante la vida. Puede ser que delante de un emparedado y una cerveza platiquemos de su primer nieto que se casó, del partido de fútbol del fin de semana, de los escasos políticos honestos, de Neruda, de Sofía Loren, de Gustavo Cerati, de la última obra que asistimos mi mujer y yo, o del libro que estamos leyendo. En fin, de la vida misma.  

Así, cuando llegue a casa otro poco más feliz saludando a mi mujer, me sentiré un Gulliver tirándome al suelo -alguna vez- con la algarabía de mis encantadoras perritas poodles.
Y comenzaré ese otro viaje al interior de las bondades de un hogar de paz, de qué te gustaría de almuerzo mañana, aunque algunas recetas aparezcan casi listas, de los trabajos ya planificados, de las preocupaciones con algún problema de un hijo... Es la vida, es la esperanza, que te agradezco por estar acá. ¡Buenas noches!

Vicente Corrotea



sábado, 8 de abril de 2017

ALAS BLOGUERAS.

No escribimos para que la humanidad nos lea
sino para compartir nuestra propia humanidad,

tal vez herida, incomprendida, lastimada, incompleta

por sueños y realizaciones pendientes,

tal vez lúcida, discernida, madura y profunda,

viviendo con armonía y fortaleza cada día.


















Somos hombres y mujeres, creyentes o agnósticos,
siempre respetuosos compartiendo
la punta de nuestras alas
cuando se tocan en vuelos rasantes o elevados.
No importa a que altura lleguemos; 
Lo valioso es restaurar en la medida de lo posible
con sencillez, valentía y justicia
esa parte del tejido social y natural de nuestro planeta.

Y podamos revelar con letras 
lo que sabemos, deseamos y soñamos 
desde el centro de nuestra propia existencia.

Vicente Corrotea

sábado, 1 de abril de 2017

CUANDO ELLA PASA

Ella pasa con donaire, 
ignorando promesas que no se cumplen,
lisonjas que atraviesan el hormigón
o a la suerte que otros esperan.
Los operarios entre el cielo y el cemento
descubren una luz en el pedazo de planeta
que nunca va a ser suyo.
Los hombres la miran y piensan 
en novias, esposas y aventuras. 
Para el jefe que permite admirar a esa diosa
pasearse por calles abajo
-que ha descendido a estos infiernos-
le recuerda el nombre de Perséfone, 
la misma del panteón griego.

Su cuerpo es de diosa viva,
de carne viva, deseada y perfumada,
mejor que una estatua de mármol. 
Sus pasos, con ligero vaivén, 
no tienen prisa ni pudores como quien acierta
un golpe a una sociedad torcida y egoísta.



Ella desaparece de las calles y 
el concreto vuelve a subir a las alturas
más apresurado que para una Babel,
la armadura de los fierros es compuesta
con más rigidez que nunca
y los andamiajes tiemblan de actividad.
"¿Quién sabe cómo se llama?"
grita una voz desde el vientre del nuevo edificio
como si fuera un ave migratoria 
atrapada en un invierno.

Los hombres terminan rendidos su jornada
pero más dispuestos para mañana.
Ahora sólo esperan llegar a sus casas
para un sueño de dioses.

Vicente Corrotea