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viernes, 7 de julio de 2017

SOMOS

Imaginaba cómo sería:
amante, compañera, habilidosa, alegre,
confiada, espontánea.
De algo estaba seguro:
La amaría por toda la vida.
Incendios, sequías, penurias, deterioros,
periplos azarosos, sortilegios adversos...
y seguiría amándola.

Ella llegó
cuando las espigas estaban maduras
y lentamente mi corazón la fue reconociendo
en palabras y silencios,
alejadas de apariencias y extremos,
sus pasos eran de albas y verdes los días.
Así levantamos juntos nuestra bandera.
No evitamos las batallas que da la vida
y aprendimos a fabricar espadas
y las blandimos
defendiéndonos de la algarabía vulgar, 
de certidumbres ajenas,
de las luces de los nuevos mercados.
Y fuimos construyendo nuestra patria familiar
uniendo piedras, ladrillos, argamasa,
e hicimos fuego, y fue de calor la casa
y soberanos los proyectos
con tres destinos encomendados
que hicieron leyenda muchas tardes.













Pero sobrevino el invierno
de lluvias nunca anunciadas,
sin el sol se recubrieron de musgos las ternuras,
la áspera rutina impedía los festejos,
las complacencias se fueron confundiendo 
con los deberes
y dejamos de entonar las mismas canciones.

Solicitado el tiempo sabio
nos devolvió las miradas,
y una ración de inocencia el perdón, 
el amor intacto,
las sonrisas y los juegos. 
Alejados del propio invierno
aparecieron frotes nuevos
y salimos a las plazas, al teatro,
gritamos nuestros nombres,
comentamos libros,
volvieron los amigos y la esperanza.

En nuestra casa, pintada de blanco y de sol atesoramos 
el vino y los renuevos que se asoman
y aguardamos las mañanas y las noches
con los deberes de cada hora,
con los placeres de cada día
en una hiedra de abrazos.

Vicente Corrotea